En agosto de 1933, en la portada de Carteles, la República pierde su jovialidad. Tras el derrocamiento del gobierno del dictador Gerardo Machado (1925-1933), la nación se representa en harapos, arruinada, pero con el puño levantado.
La fuerza del impacto visual radica en la simplicidad de sus elementos. El fondo de la bandera, el desgarramiento de las vestiduras de la República que renace, que cierra con fuerza su puño y lo alza, aluden a la resurrección y a la oportunidad de reconstruir lo perdido, una vez vencido el tirano.

Esta portada concuerda con el ánimo general de la época, puesto que se relaciona con las portadas alegóricas de Bohemia de este año, enfocadas también en representar el fin del Machadato y la necesidad de un nuevo comienzo.